Estas en: Inicio / Persistencia del Tiempo. Sobre la obra de Pablo Serrano
Catalina Kühne
“Todo ocurre siempre y nunca, todo se repite hasta el infinito y de forma irrepetible.”
Danilo Kis.
La representación de un pensamiento, o de un sentimiento, está delimitada por el tiempo y el espacio.
Un espacio se potencia cuando acumula el tiempo y el tiempo acumulado puede verse en una pequeña diferencia de color, de tono, de espesura.
Las piezas de Serrano exploran el paso del tiempo a veces de forma voluntaria, reinterpretando algo que siempre ha estado ahí; pero en el proceso, tal vez sin querer, se generan otras realidades dentro del universo. Las texturas y detalles forman caprichosamente micromundos que van a otro compás, al suyo propio. Contrapuntos al tiempo total.
La costumbre es separar, clasificar, distinguir todo de una manera casi maniquea para su mayor comprensión. Una cosa empieza donde otra acaba. Pero, los límites tan sosegados y rotundos, a veces se rebelan contra su propio designio para reordenarse después de allegarse, tal vez, un asomo solo de lo que siempre les ha sido enfrentado.
La vida entonces no es tan ordenada como parece y sin embargo el acomodo, la visión del espacio desde otro ángulo temporal, juega consigo misma.
Pablo Serrano ofrece varios tiempos en esta permanencia. Por un lado, la aproximación entre dos o más elementos de manera sobria y elegante. Podemos ver cómo empieza el juego de las texturas y las fronteras como un gesto, una aproximación entre distintos elementos, que de manera constante en toda la exposición tienen una intención, pero que nos aportan un poco más. Cobran, con el primer impulso del artista, vida propia.
Otra forma de enfrentamiento: negro sobre blanco. Contrarios complementarios, que alcanzan su más acabado duelo en la obra “Aproximación”, cuadro que nos toma de la mano para continuar la marcha a través de la exposición.
Como segundo acto, sin que el orden exista ni importe, Serrano nos enfrenta al concepto de los límites. Efecto que parece estar imbuido de un sentido trágico en las relaciones humanas, al condenarnos a correr siempre en paralelo del compañero de viaje, sin llegar a cruzarnos nunca.
Cada quien es único porque está contenido en sí mismo. Tiene límites. Todo eso que nos hace ser uno y no otro, no confundirnos. Y sin embargo nos mezclamos. Nos colamos en partes del otro, subrepticiamente, poco a poco.
Sin darnos cuenta, también nosotros dejamos pasar a los demás, abrimos las puertas, movemos la frontera. Sólo un poco, pensamos y acabamos totalmente invadidos.
Nos desbordamos, vamos ahora a la búsqueda de otros territorios y en el camino, en ese ir y venir, nuestra unicidad cambia y se convierte en una con otro, en otra.
En esta travesía Serrano logra demostrarnos justo eso, que no es verdad que los límites son fatales, sino que se rompen de manera casi imperceptible contaminando el espacio, traslapando el tiempo.
Tiempo que va acumulando experiencias, detalles y formas infinitas.
En este punto no hay otra alterna va que echarle un vistazo al tiempo acumulado. Oaxaca, como el espacio en donde se presenta esta obra, resulta ideal por ser uno de los lugares con mayor densidad de formas y significados en México.
Al entender finalmente que los límites pueden traspasarse, Serrano es libre para viajar hacia atrás en el tiempo, para descender en el espacio hasta hacerse pequeño y observar toda la vida contenida en esas estructuras ígneas durmientes de Mitla, que de alguna manera mostraron otra vida e hicieron eco con la suya propia.
Es en este momento cuando cobra sentido la relación del autor con la arquitectura de Mitla, que se integra a la propuesta plástica del pintor como una forma de traer a este tiempo los distintos universos que surgen de una y otra expresión artistica.
Como una manera adicional de darle voz a este recorrido se suma la colaboración del artista visual Emilio Espinosa, al que Serrano ha invitado a participar en la elaboración de una serie de proyecciones y ambientes sonoros que integran nuevos lenguajes con elementos formales retomados de la arquitectura prehispánica de la región y la propia obra del pintor.
La intención es representar la conexión y el diálogo que se puede establecer entre los trazos y las formas, un diálogo que reflexione en torno a la superposición de líneas y grecas a través del tiempo.
Después de su visita a lo antiguo y lo in nitesimal Serrano regresa con una nueva mirada a representar ese empo que persiste, ese espacio su l de múl ples interpretaciones. Puede tratarse de un reacomodo de cada una de esas pequeñas partes que nos hemos ido encontrando en el camino. Pero tal vez si damos dos pasos hacia atrás se nos revele lo que parecía quedaba sin decirse. Aquellas zonas a las que no les habíamos prestado atención van uniéndose gracias a las dis ntas texturas o la falta total de siquiera un trazo, para adver rnos que es necesaria una segunda mirada.
Entonces quizá, estamos listos para darnos cuenta de que Serrano ha logrado crear una gran pieza, o dos, o seis, o doce, o tal vez cien, mil o millones más, al dejarnos llevar como él, por el vértigo de lo inconmensurable.
La obra de arte está ahí desde siempre, pero no estática sino que va adquiriendo otro carácter con el golpe del viento, con el triunfo del musgo, con las ralladuras en la piedras, con las pinceladas del tiempo. Por eso es que, ahora lo sabemos, todos estamos desde siempre en el mismo barco.